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El desarrollo del lenguaje en los primeros años:

clave para el crecimiento de tu hijo

Los primeros años de vida son una etapa fundamental en el desarrollo del lenguaje. Desde los balbuceos hasta las primeras palabras, los niños atraviesan un proceso fascinante que sienta las bases de su comunicación, comprensión y pensamiento. En este artículo, te contamos por qué esta etapa es tan importante y cómo podemos acompañarla desde casa y desde la guardería.

 

¿Cuándo comienza el desarrollo del lenguaje?

Aunque parezca increíble, el desarrollo del lenguaje comienza incluso antes del nacimiento. Los bebés pueden reconocer la voz de su madre mientras están en el vientre. Al nacer, reaccionan a sonidos familiares y muy pronto empiezan a balbucear, imitando los ritmos del habla.

Entre los 6 y 12 meses, muchos bebés ya entienden palabras simples como “mamá” o “no”, y empiezan a emitir sonidos más variados. Hacia el año, pueden decir una o dos palabras con intención y comprender instrucciones simples.

Entre los 2 y 3 años, el lenguaje da un gran salto: las frases se vuelven más complejas, el vocabulario se amplía y los niños comienzan a expresar deseos, emociones y contar pequeñas historias.

 

¿Por qué es tan importante?

El lenguaje no solo permite comunicarse, sino también pensar, razonar, aprender y relacionarse con el mundo. Un buen desarrollo lingüístico favorece el rendimiento escolar, la autoestima y la capacidad de socializar.

Además, el lenguaje está profundamente conectado con el desarrollo emocional. Poder poner en palabras lo que sienten ayuda a los niños a autorregularse y a sentirse comprendidos.

 

¿Cómo estimular el lenguaje desde casa?

Aquí van algunas recomendaciones simples pero muy efectivas:

 

  • Hablar mucho con el niño, incluso si aún no responde. Nombrar lo que están haciendo, señalando objetos y describiendo lo que ven ayuda a enriquecer el vocabulario.
  • Leer cuentos todos los días, aunque parezca que no prestan atención. La lectura estimula el lenguaje, la imaginación y la escucha.
  • Cantar canciones y rimas, que ayudan con la memoria auditiva y la entonación.
  • Escuchar con atención cuando el niño habla. Darle tiempo para expresarse sin interrumpirlo ni corregirlo constantemente.
  • Evitar el uso excesivo de pantallas, ya que el lenguaje se desarrolla principalmente a través de la interacción real.

 

¿Y si hay demoras en el lenguaje?

Cada niño tiene su propio ritmo, pero hay señales que pueden indicar que es conveniente consultar con un especialista:

  • No balbucea ni responde a sonidos hacia los 9-12 meses.
  • No dice ninguna palabra hacia los 18 meses.
  • Tiene dificultades para combinar palabras o construir frases a los 2-3 años.
  • No parece entender instrucciones simples.

 

En esos casos, una evaluación temprana puede marcar una gran diferencia. Muchas veces, con apoyo adecuado, los niños logran alcanzar el desarrollo esperado sin mayores dificultades.

 

Un trabajo en equipo

Desde la guardería, trabajamos a diario para ofrecer un entorno rico en lenguaje, lleno de estímulos y cariño. Pero el verdadero impacto se logra cuando familia y educadores trabajamos en conjunto, creando espacios de escucha, conversación y juego.

Porque el lenguaje no se enseña: se vive, se comparte y se disfruta.

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